» El momento de la eterna espera.

Ese sentimiento me vuelve a invadir. Ese sentimiento de tristeza me vuelve a recorrer el alma. No sé muy bien qué es lo que puedo hacer realmente para hacerlo desaparecer. Es profundo. Es doloroso. Una inmensa pena me recorre el cuerpo. Y suspiro. Un suspiro detrás de otro, sin cesar. Me hallo apenada, muy apenada. Tu traición ha sido grande, imperdonable, pero aún así no puedo evitar pensar en ti, pensar en los buenos momentos. Siento que un cuchillo se clava en mi pecho... pero en esta ocasión ninguna gota de sangre es derramada. La sangre se ha secado. Me he vaciado. Ni si quiera tengo fuerzas para sacar a la luz mis últimas lágrimas. Estoy vacía. Esa es la única verdad posible. Estoy vacía. Estoy apenada. Estoy atada a tus recuerdos.

La tristeza penetra en mi piel, inevitablemente. Es un sentimiento que se va haciendo cada vez más fuerte. Siento que no puedo luchar contra él. ¿Por qué? ¿Por qué tuviste que traicionarme de esa manera tan vil? ¿Cómo pudiste volver a burlarte de mí nuevamente? ¿Por qué? Son preguntas que se repiten en mi cabeza una y otra vez. ¿Qué fue lo que hizo para merecer semejante traición? ¿Cómo demonios he podido dejarme vencer así? Confié en ti. Confié demasiado en ti. Y otra vez me has demostrado  que no puedo seguir así. Me siento engañada. Me siento traicionada. Simplemente, esta tristeza es demasiado grande. 

¿Qué es lo que puedo hacer ahora? No. No voy a perdonarte. Eso lo sabes, pues jamás lo he hecho. Pero no puedo llorar. No puedo derramar más sangre. Estoy vacía. Me siento derrotada. No sé cuál debería de ser mi siguiente paso. Estoy apenada aún por todos tus actos. Y aunque sé que nada de lo que pueda hacer hará que cambie todo lo que ha pasado, no puedo evitar sentirme impotente. ¿Por qué? ¿Por qué no osas responder mis preguntas? Cobarde. Eres un cobarde. No formulas palabra ninguna. Ni si quiera eres capaz de presentarte ante mí. No haces nada. ¿Acaso te da igual toda esta situación? ¿Acaso no sientes nada? ¿Absolutamente nada? Te odio. Te odio con fuerza. Mi odio se convierte en ira, en una ira que aplasta a ese sentimiento de pena, pero que no logra hacerlo desaparecer. Jamás te pedí nada. Nunca te he pedido nada. ¿Por qué ahora no tienes el coraje de venir a mí y dar la cara? Asesino. Maldito asesino. Nunca serás libre de tus pecados, al igual que yo. 

Rabia. Traición. Desesperanza. Impotencia. ¿Conoces el significado de esas palabras? Yo creo que no. Me has hecho daño, mucho daño. Me has traicionado. Me has herido. Me has vaciado de sentimientos positivos. Pero aún así no puedo evitar pensar en ti. Aún así, no puedo evitar buscarte cada noche de luna llena. Pero... ¿para qué? No quiero tu compasión, pues no te la mereces. Al contrario, lo que más ansío en este momento es tu muerte, tu eterna muerte. Pero eso es algo que siempre ha estado ahí, dando señales de vida. No puedo permitir que esto siga así. No puedo permitir que sigas conspirando en mi contra mientras te paseas por el jardín del Edén. No eres bienvenido, pero eso ya lo sabías desde el primer momento que pisaste este paraíso. Tengo que expulsarte de aquí. Tengo que acabar contigo cueste lo que cueste, sin arrepentimientos.

Sin embargo, mucho me temo que ahora mismo lo único que puedo hacer es encontrarme en este estado de tristeza inmensa. Es un sentimiento agridulce que me impide seguir adelante. Es un sentimiento que jamás creí que volvería a sentir. Y me duele. Y hace que me sienta débil. Estoy vacía. Estoy muerta. Mi alma se ha desvanecido por completo. Soy un simple cuerpo que divaga por el elíseo lamentándose de su perdida. ¿Qué es lo que puedo hacer? ¿Cómo debo sobrevivir a las dificultades ahora mismo? Estoy perdida. Estoy vacía. Tengo sed de venganza, pero ahora mismo no soy capaz de sentirme atraído por esa ilusión tan lúgubre. No puedo llorar. No puedo acabar con mi existencia. Lo único que puedo hacer es esperar a que este sentimiento decida abandonarme. Será entonces y sólo entonces cuando pueda decidir mi siguiente jugada. 


Hasta que ese momento llegue... podrás esconderte. 

No hay comentarios:

¿Confesarás tu pecado, intruso?