
Dime, ¿de qué sirve confesar ahora tus pecados si a nadie le importa? Dime, ¿por qué ahora es cuando aprecias lo que tuviste? Grita. grita todo lo que quieras. Suplica. Suplica todo lo que quieras. Ya nada puedo hacer por ti. Y es más, soy yo quién se encargará de tu terrible final. Soy yo quién te abrirá los ojos en el último momento antes de que caigas en desgracia. Quien avisa no es traidor, y es por ello por lo que te susurro al oído que quien juega con fuego acaba quemándose. Es una realidad verdadera. Fue un consejo que no quisiste escuchar. Y por ello, tú, aquí, muriendo.
Dime, ¿qué se siente al ver cómo tu sangre se derrama por el Edén? Dime, ¿qué se siente que ser consciente de todo el dolor que me provocaste en mi otra vida? Dime y confiesa, ¿qué se siente al ver a dos metros de ti aquellas manos que me mancillaron y me sacrificaron tiempo atrás? Sí, tus manos. Sí, tus piernas. Sí, tu cuerpo hecho pedazos. ¿Es ahora cuando vas a preciar tu mísera vida? ¿Es ahora cuando me vas a mirar con ojos de grandeza? Demasiado tarde, amigo. Demasiado tarde... Ya nada puedes hacer. El final está aquí. Tú destrucción es inminente.
La satisfacción que siento en este momento es colosal. Y es que no me importa tener las manos manchadas de sangre, de tu sangre. Es lo que estaba destinado a pasar. Mi venganza se verá cuasi completada. Tu destrucción al fin será una realidad. Nunca, amigo, nunca juegues con fuego, con MI fuego. Pues nunca sabes cuándo el veneno caerá dentro de tu taza de té. Pues nunca sabes cuándo el monstruo que llevo dentro puede despojarse de sus cadenas y liberarse.
Intenso es el dolor, ¿verdad? Te sientes impotente en este momento, ¿verdad? Como habrás podido comprobar, no te voy a concebir una muerte rápida, sino lenta, tormentosa y sangrienta. Sí, querido amigo, es curioso como tu propia sangre es de color carmesí. Ya sabes... Mi carmesí, mi rojo, mi sangre. Yo. Así pues, sin tú saberlo, me has llevado dentro de ti todo este tiempo. Y yo, humilde servidora y Reina del jardín del Edén, lo único que he hecho ha sido rescatar y poner en libertad a esa pequeña esencia de mí que escondías dentro. Dime, ¿qué se siente al ser testigo y víctima de este cruel escenario? Dime, ¿qué se siente al ver que tu amor por mí te ha llevado a la ruina? Dime, amigo maldito, ¿qué se siente al saber que he sido yo todo este tiempo aquella que jugueteaba con los hilos de las marionetas?
No hay comentarios:
¿Confesarás tu pecado, intruso?