» El sendero hacia la luz verdadera.

He sentido la muerte acariciando mi piel. He visto mis manos manchadas de sangre, de mi propia sangre carmesí. He escuchado con especial atención todos los horrores que se le hacían a mi cuerpo inerte tendido en el suelo. He visto cómo mi destino, mi fatal destino, se cumplía irremediablemente. Y es que hay ocasiones en las que no podemos controlar nuestras acciones y hagamos lo que hagamos, tomemos la decisión que tomemos, todos los senderos nos conducen a la misma desgracia. Aún así, gracias a aquella crueldad he conseguido ver la luz al final del arduo camino. Cuando todo lo creía perdido y cuando la esperanza y voluntad de vivir se habían escapado de entre mis dedos, escucho una voz, veo una luz. 


Ahora sé que al final del desdichado camino hay un lugar mejor para mí. Ahora sé que al otro lado de la luminosidad se encuentra un nuevo mundo, un paraíso sólo para mí en el que nada ni nadie puede dañarme. Ahora sé que mi verdadero propósito es llegar a ese cielo, a ese Edén de las maravillas. Sin embargo, es inevitable. La prueba de fuego más dura y difícil de toda mi existencia... Toda esa sangre, todos esos llantos y sufrimiento... Debo de ser fuerte y sobrevivir a mi maldición. Y entonces, cuando exhale mi último suspiro, solo entonces, podré ver la luz al final del sendero, esperándome, llamándome.


He sentido la muerte acariciando mi piel.  He visto mis manos manchadas de sangre, de mi propia sangre carmesí. He escuchado con especial atención todos los horrores que se le hacían a mi cuerpo inerte tendido en el suelo. Pero no es más que una prueba. Debo de ser valiente y reunir todo el coraje que se halla dentro de mí para poder afrontar sin miedo lo que está por venir. Este es el precio que debo de pagar para poder obtener una segunda oportunidad. La luz es intensa, pero a la vez verdadera. Me espera. Me llama. Es mi única esperanza auténtica. No hay otro camino posible. No hay otra decisión admisible que me haga saltar este sangriento obstáculo. 

No puedo perder la fe. No puedo dejar que el horror invada mis pensamientos pues sé que al final del desdichado camino hay un lugar mejor para mí. Sé que al otro lado de la luminosidad se encuentra un nuevo mundo, un paraíso sólo para mí en el que nada ni nadie puede dañarme. Sé que mi verdadero propósito es llegar a ese cielo, a ese Edén de las maravillas. Así pues, respiro hondo y cierro los ojos. Calma. Tranquilidad. Necesito concentrarme y ser consciente de que al final todo saldrá bien. Cuando crea que todo está perdido y que la esperanza y voluntad de vivir se me ha escapado de entre los dedos, escucho una voz y veo como esa luz al final del sendero brilla con más intensidad.

Espérame. Espérame y no te apagues. La luz me llama. La luz es la verdad. Aunque tenga que sufrir. Aunque tenga que llorar. La luz continuará allí al final del sendero esperándome, llamándome. Tengo que aguantar como una valiente y demostrar que en realidad al final ninguno de vosotros podrá destruirme. He sentido la muerte acariciando mi piel.  He visto mis manos manchadas de sangre, de mi propia sangre carmesí. He escuchado con especial atención todos los horrores que se le hacían a mi cuerpo inerte tendido en el suelo. Pero no ha sido más que una prueba. Fue ardua y sangrienta, pero una prueba al fin y al cabo. Y tras haber rozado la muerte, sé que puedo con cualquier obstáculo, aunque parezca imposible. Debo de demostrar que soy fuerte y sobrevivir a mi maldición. Y entonces, cuando exhale mi último suspiro, solo entonces, podré llegar a la luz al final del sendero, a la luz verdadera, esperándome, llamándome.