GENESIS

De extremada belleza, con la piel emblanquecida como la nieve y el cabello largo y rojizo como el fuego infernal. Ojos grandes, brillantes, delicados y penetrantes. De complexión frágil y delgada. Con la más dulce de las voces. Femenina. Mujer. Alocada. Así me solían denominar los hombres, con senos tentadores y bien formados, con jugosos labios de seda del color del rubí. La perfecta descripción del pecado. Sí, así eran las cosas. El mundo estaba gobernado por hombres que desconocían y temían lo que tenían a sus alrededores. 

Fueron tiempos en los que sólo conocían la ambición del poder y, poco a poco, sin darse cuenta, destruían la hermosa naturaleza que se les había sido concedida como lugar de hábitat. Caí en ese mundo gobernado por hombres para libertarlos de toda esa crueldad que tenían en sus venas. En un corto período de tiempo les hice cambiar, o al menos eso fue lo que me hicieron creer. Sus ojos se fijaron en mis tímidas miradas inocentes, en mi ingenuo pensar y mi quebradizo cuerpo. Durante meses me convertí en musa de artistas y salvación para muchos otros. Como una reina trataron a la única mujer puesta en ese mundo , dotada de belleza y perfección. Todos esos lugares llenos de crueldad, ambición y destrucción se convirtieron en lugares hermosos, felices y llenos de caballerosidad. Fui su profeta hasta que un nuevo servidor vino al mundo. Él fue quién les hizo recordar la maldad que tenían dentro. Las bestias que eran. Él trajo al mundo todo lo negativo que yo había conseguido desechar. Incluso les enseñó que yo era una maldición. Un pecado, el cual merecía un severo castigo. Que algo tan bello no podía residir en un cuerpo diferente al de ellos. Curvas. Curvas lujuriosas y lascivas. 

Y de esa manera me convertí, de un modo tan sublime, en su sierva, en su esclava. Todos los días era un nuevo juego macabro de placeres y locuras. Durante semanas me volvieron loca. Me hicieron creer que lo estaba, por completo.

Cometí un solo error. Uno sólo en un único instante y todo cambió. Cuando comprendí mi propósito con el mundo. Cambiarlo. Castigar al hombre por todos sus pecados. Sangre por todos lados. Gritos por doquier. Desgarramientos. Tiradas de cabello ensangrentado. Golpes violentos. Sexo. Agresión. Objetos punzantes. Muchas ataduras. Un solo cuerpo descuartizado. Sufrimiento y dolor. Mi cuerpo en pedazos hallándose en el suelo. Me ahogaba en el agua y ardía en el fuego. Tortura eterna. Desesperación. Silencio. Marcada para siempre. Condenada por ser mujer.

Ahora es mi turno de vengarme. No estoy cuerda, lo sé, pero abro los ojos y aquí me ubico. En el jardín del Edén para descubrir qué estoy haciendo en este paraíso y cuál es mi nuevo destino. Ahora renazco bajo una nueva forma. Sigo siendo perfecta y bella. Loca, fría, vengativa, cruel, egoísta, apasionada, sin compasión. 

Esta soy yo y esta es mi historia. ¿Quieres escucharla? ¿Quieres saber la verdad? ¿Quieres conocer el origen de todo esto? Ven, toma asiento y prepárate una taza de té. Pues yo voy a contarte cómo llegué al jardín del Edén. Presta atención si quieres adentrarte en mi cabeza, intruso:

Abrí los ojos por primera vez. Sí, bien lo recuerdo. Una brillante luz me cegó durante unos segundos. Luego, millones de miradas se posaron en mí curiosas y deseosas de conocer la razón de mi existencia. Nací en un campo cubierto de rojos lirios, bajo el cielo estrellado de invierno. Me preguntaba cuál sería la razón de mi inexplicable nacimiento, que por aquel entonces desconocía. Me levanté de aquel mar de flores y anduve. Y mientras caminaba iba adquiriendo conocimiento del lugar, la naturaleza. Esa gran incomprendida que ocultaba mil y un secretos. Tras días y días caminando observé como el paisaje se iba deteriorando cada vez más, de tal manera que mi corazón empezó a arder de dolor. Fue entonces cuando supe que toda mi esencia estaba vinculada a esa naturaleza, cómo yo estaba conectada a ella y era la propia Madre Natura quien me había dado luz. 

Después de largo tiempo llegué a una especie de aldea, un reino más bien. Lo que pasó en ese periodo de tiempo antes de llegar a aquel lugar desde mi nacimiento es bastante borroso y confuso. Sin embargo, recuerdo mejor qué fue lo que ocurrió después cuando llegué ahí. Almas semejantes a la mía habitaban en el lugar, pero existían muchas diferencias entre nosotros: cuerpos robustos y morenos, fuertes y con sed de avaricia, orgullo reflejados en sus miradas. Me observaban con ansia y lascivia. Ingenua y asustada corrí de ellos hasta acabar en un callejón sin salida, rodeada de siete grandes sombras que no dejaban de dar grandes pasos hacia mí. Y cuando les tenía a todos ellos a escasos metros de mí, una sombra misteriosa apareció de la nada. El individúo se interpuso entre yo y mis perseguidores. 

Alto, de ojos verdes envidia y con el cabello más oscuro que el carbón, se abalanzó sobre ellos. A uno de mis cazadores le cogió del cuello y lo alzó hacía el cielo estrellado. ¡Su fuerza era extrema! Me dirigió la mirada durante un instante y con sus penetrantes ojos me analizó por completo. Me sentí violada por esos ojos. A continuación se volvió a su presa y con unas suaves palabras lo lanzó sobre los demás sujetos, haciendo que estos reaccionaran con rapidez y se arrodillasen temerosos ante mi salvador. 

Recuerdo que me habló, pero no consigo recordar su nombre o lo que me dijo, pues justo ahora podía pensar que todo aquello fue una farsa. Él me arropó, me cuidó y protegió de esos rufianes. Y depositando yo toda la confianza posible en ese semejante, me condujo a un gran castillo en medio de ese reino de bestias lascivas y cuasi salvajes.  A primera vista, aquel castillo erizaba la piel de cualquier forastero. El miedo se adueñó de mi ser, pero él me protegía con sus cálidas manos sobre mi cuerpo.

Lo que caracterizaba a ese tenebroso lugar eran las grandes columnas gruesas y los gigantescos arcos en punta. Todo aquello me fascinaba a la vez que me aterrorizaba. Mi salvador me concedió la más hermosa y grande alcoba de ese misterioso lugar. Me sentía como un verdadero rey.

Autenticas delicias consumí aquella noche y todo tipo de historias grandiosas y terribles escuché sobre aquel mundo gobernado por hombres. Entendí entonces muchas cosas que no conseguía entender por aquel entonces. El por qué del paisaje tan deteriorado o el por qué del comportamiento tan lascivo, cruel, frío y prepotente de sus habitantes. Simplemente eran secretos que podría revelarte en este momento. Pero no, esa sería contar otra historia y ahora mismo el Génesis se profundiza en mí misma. Así que escucha con atención, porque esto acaba de empezar.

Fue esa noche la que realmente me hizo pensar sobre el por qué de mi existencia, relacionándolo con todas aquellas historias. Yo era la única diferente a ellos. Por completo... Al fin había comprendido mi misión en aquel mundo de hombres salvajes.

Esa seria la primera noche en el que el hombre conocería el calor de la mujer.

El mundo que acababa de descubrir estaba gobernado por hombres indomables, avariciosos, llenos de lascivia y puramente ansiosos de poder. Me contaron que antiguamente toda esta tierra estaba reinada por la naturaleza, la madre naturaleza, denominada Zairah. Hubo un tiempo en que este mundo vivía en paz y lleno de armonía, hasta que de la mar surgió el primer hombre. Aquel que yo consideraba mi salvador, El inmortal. Él trajo a este mundo el odio que ahora se conoce, aunque no me podía imaginar por aquel entonces que algo tan bello pudiera tener una esencia tan negativa. Su apariencia parecía tan pura... Pero aún así, no era cruel conmigo en ningún momento...

Él y su ejercito de "bestias" humanas se apoderaron de la tierra. La destruyeron, mejor dicho. Aquella historia me conmovió tanto que unas pequeñas gotas de agua brotaron de mis ojos. Lágrimas me dijeron que se llamaban. Pero no acababa aquí el relato. Mi salvador me reveló una leyenda que me abrió los ojos por completo: un rubí precioso sería descubierto por el inmortal en un campo lleno de lirios ensangrentados que cambiaría el mundo destruido por negativos sentimientos. Fue en ese instante cuando realmente lo comprendí todo. Había una razón para mi existencia. Yo cambiaría el mundo. Yo estaba ubicada en esta tierra para recuperar ese mundo perdido lleno de naturaleza.

Zairah dejó en aquella cuna de lirios ensangrentados la semilla del pecado. 
Creó a la primera mujer para cambiar el destino de los hombres, pero bajo un alto precio.

Pandora, el regalo de los dioses. Pandora, el regalo para los hombres.

Mi vida cambió por completo esa noche, aunque mi destino ya estaba escrito.

Aquella noche seria la primera vez que el hombre probara el calor del pecado. Dejé de ser un lirio puro. Nuestros cuerpos se enlazaban llenos de pasión y fuerte atracción. Pero era algo más que eso. La razón por la que el inmortal no aplicó crueldad al lirio ensangrentado.

Amor: sentimiento que el hombre desconoció hasta que el pecado se interpuso en sus tristes vidas.

Amor pasional entre besos húmedos, sexos excitados y cuerpos ardientes. Sonidos peculiares que brotaban de mi boca sedienta de él. Dedos juguetones que exploran en insólitos rincones. Dos cuerpos unidos en uno sólo que no dejaban de bailar. Confesiones pasionales entre sábanas de color marfil. Profundos cantos de amor que surgieron del pecado. Cuerpos que gozaban pegados la pasión y el placer prohibido. Dominándonos mutuamente en una noche que se hizo eterna, la cual marcaría una gran cicatriz en mi perfección. Y sin haber vivido de verdad aquel pasional salvador me juró eterno amor. 

Cierto era que la palabra "ingenua" me caracterizaba por doquier y creo que fue eso mismo lo que hizo que una fuerte cadena me atara a él cegada por la felicidad suprema. Y es que a partir de esa primera noche en aquel lecho, con una promesa de amor pactada mediante cuerpos bailantes y cantantes me otorgaron la oportunidad de cambiar el mundo y así poder hacer realidad la leyenda de Zairah. Me convertí entonces en la musa de todos; en el punto de mira; el ojo del huracán; la hija de la naturaleza; la mismísima Zairah personificada; la protegida del inmortal.

Durante meses transformé ese mundo conocido en su verdadera esencia. Enseñé a aquellas bestias humanas a ser mejores personas. A como deberían ser. Todo lo contrario a la avaricia, el ansia de poder, violentos, lascivos por completo... Todo volvió a ser como antaño, como debería de haber sido. El mundo y el hombre se reconstruyeron gracias a mí. La leyenda se había cumplido.

Y es que todo parecía perfecto en aquel nuevo mundo, pero la verdad era bien distinta. Algo estaba apunto de cambiar en mi nueva y joven vida, en mi nuevo imperio... ¿Nunca te has preguntado el por qué del color de mi cabello? ¿Por qué nací de un lirio ensangrentado?

Escúchame bien, represento la fertilidad, lo contrario al hombre, la madurez, la perfección, el pecado. En todo mi cuerpo está señalado el destino.  ¿Acaso no lo ves?

Había pasado ya bastante tiempo desde mi llegada. Todos formábamos una gran familia y la paz y la armonía se había restaurado. Me había convertido en una Diosa para ellos. Parecían mis súbditos, me rendían culto. A todo esto, un fuerte vínculo se había originado entre mi salvador y yo. Tanto ellos como yo habíamos aprendido mucho. Adquirí un conocimiento superior a los de ellos. Todo parecía perfecto y me sentí, por primera y única vez, feliz de verdad. 

Una noche, el más apuesto y caballeroso de todos los hombres, el inmortal, me citó para vernos en el bosque. En lo más profundo, después del anochecer. Me dirigí curiosa al lugar y lo que me encontré fue un pequeño lago con una catarata de unos seis metros de altura. El hermoso y oscuro paisaje se vio pronto iluminado por miles de velas por doquier. Sin duda alguna, una hermosura de lugar.  No podía dejar de observarlo. De repente, unas manos me cegaron. Al girarme le vi a él. Suspiré aliviada.


Ni me imaginaba lo que iba a pasar...

Aquella noche se convirtió en la noche más feliz de mi vida, de mi corta vida. Juraría que era la más romántica que había vivido. Un sentimiento pasional se apoderó de mí. Creo que lo denominaban amor. No podía evitar estremecerme con cada una de las palabras que brotaban de su boca. Algo se removía en mis entrañas. Deseo. Atracción por doquier. Me sentía feliz. Pero lo mejor de todo era que aquel sentimiento era recíproco. Era nuestro destino encontrarnos. Enamorarnos. Gracias a mí, toda la maldad en él se disipó.

No podía estar más errada.

Una vez más, nuestros cuerpos se unieron en uno sólo... El agua estaba caliente. El vapor me transmitía paz y serenidad. Nada podía empeorar las cosas. Entonces él depositó sobre mis desnudos hombros, con el más delicado de los cuidados, su larga gabardina negra. Aún siento el calor que desprendía esa prenda cada vez que me acariciaba el hombro. Me sentía protegida.

Le sonreí. Él a mí. Armonía. Entonces sus tentadores labios se acercaron a mis oídos y susurró mi nombre. Me estremecí como nunca antes lo había hecho. Su mano acarició mi cabello ensangrentado. No dejaba de hablar en poesía. Me hipnotizaba por completo. Mi salvador era un ser perfecto... pero no más que yo.

Mi sonrojado rostro se reflejaba en sus verdes ojos envidia. Me levantó de las frías rocas y él se arrodilló ante mí. Sí, era lo que parecía. Se declaró con ternura y poesía. Volvió a jurarme eterno amor. Quería que yo fuera su fiel compañera. Con sutileza y elegancia me propuso. Era tan hermoso él...

Y sin pensármelo dos veces, acepté atarme con él para siempre. Iba a ser maravilloso poder gobernar juntos el imperio que habíamos creado. Todo era perfecto hasta el día de la unión.

Hay un dicho que todo el mundo conoce: "la curiosidad mató al gato". ¿Y si yo llevará ese dicho más allá? Todo el mundo sabe lo que quiere decir: tanta curiosidad, a veces, puede ser malo. Mi caso no iba a ser diferente. Mi caso es completamente literal. Yo fui ese gato. Me traje a mi misma la desgracia por curiosa... e ingenua. Me prohibieron abrir la más hermosa de las maravillas. Y yo, bajo sus encantos, rompí la promesa. Un mundo nuevo se ocultaba en ese espacio tan pequeño. Aquel hermoso paraíso me trajo desgracia y sufrimiento eterno, pero no sólo a mí, sino a los hombres también. El fin de Zairah. La caja es mi cárcel.

Faltaba tan sólo un día para la ceremonia de unión entre el Inmortal y yo. Nunca me había sentido tan nerviosa. En realidad nunca me había sentido así. Y junto con esos sentimientos, la felicidad suprema. Vestida con un vestido largo y oscuro, con el más sofisticado de los encajes, admiraba por la ventana como todos mis súbditos se encargaban de los preparativos. Y de vez en cuando, alguno se percataba de mi presencia y una sonrisa me dedicaba. Suspiraba felizmente, enamorada. Estaba orgullosa de todo lo que había conseguido. De ser la única puesta en el mundo al servicio de Zairah. Esa misma noche, mi eterno salvador poseyó una vez más mi cuerpo, aquel cuerpo que en realidad era suyo. No podía ni imaginar que las cosas no saldrían como deberían de haber salido. Aquella noche, que sería la última vez que me tratarían con amor, la última vez en que la luna me regalaría sentimientos de felicidad, mi prometido me dedicó delicadas palabras sinceras y tiernas. Y de entre todas esas palabras, las más importantes. Cogió mis temblorosas manos blancas y me miró fijamente a los ojos.

No podía dejar de perderme en su mirada y, entonces sin yo esperarlo o poder percatarme de ello, de la nada apareció una hermosa caja llena de diamantes y rubíes. Si tuviera que ser sincera diría que no hay palabras para describir tal belleza. Fue en aquel instante cuando quedé hechizada bajo aquel misterioso objeto. Recuerdo perfectamente las palabras que brotaron de su boca: "A partir de ahora tendrás que custodiar esta caja, Pandora. Tú has cambiado el mundo. No dejes que volvamos a ser lo que éramos en un principio. No la abras bajo ningún concepto, amada mía. Enséñanos las virtudes de tu especie, mujer." Sí, esas fueron sus palabras exactas, pero que entonces no conseguía entender. Mi mente no dejaba de pensar en el día de la unión, por lo que no le di mucha importancia a sus palabras, y para consumirle en carne le di un sí rotundo que me marcaría para siempre. Aquella noche, después de gozar con aquel cuerpo distinto al mío, dejé de pensar. No paraba de dar vueltas y vueltas por la alcoba. Aquella caja me parecía extraordinariamente bonita. Lo más hermoso que había visto hasta entonces. Quise abrirla varias veces, pero de nuevo las palabras de El Inmortal se repetían en mi alocada cabecita no pensante. Nadie se enteraría si me decidía abrirla. Estuve equivocada, por completo.

Conseguí persuadir a la tentación y me dormí. Esa noche se me hizo eterna. A la mañana siguiente me levanté muy temprano. Los nervios volvían a brotar por doquier en mi interior. Me vestí de blanco. Fingí ser pura nuevamente. No podía dejar de contemplarme en el espejo hasta que vi reflejado mi objeto a custodiar. Me giré. Estaba en encima de la mesa, llamándome. ¿Qué era lo que quería? Sentía que un fuerte vínculo me había atado por siempre a ese objeto. Acaricié la caja y me estremecí como nunca antes lo había hecho. Miré a mi alrededor mordiéndome el labio inferior. Cerré cuidadosamente todas las ventanas, impidiendo que la luz pudiera tocar mi piel. Estaba completamente hipnotizada por aquel objeto... Sí, lo abrí. 

Estaba completamente vacía y me desilusioné muchísimo. Fruncí el ceño y le di la espalda a la caja. Caminé para abrirle paso a la luz y cuando separé las cortinas me di cuenta de lo que realmente había dentro de esa caja. Desde el balcón lo contemplé todo. El hermoso paisaje que me esperaba, mi nuevo hogar. Los sentimientos que iba a padecer más tarde, la visión de mi futuro, el por qué de todas las cosas. Pero sobre todo lo que había hecho. Millones de sentimientos negativos invadieron mi ser. Angustia, odio, dolor, miedo, avaricia, lujuria... Y un largo etcétera que me cambiaron para siempre. Parecía una pesadilla. Cerré los ojos tan fuertes que empecé a llorar sangre. Y del miedo los abrí por completo. Todo había sido un sueño... o eso parecía.

Me levanté de nuevo de la cama. Estaba vestida con mi traje nupcial y la caja se hallaba vacía encima de la mesa. Nada parecía lo que era. Me dolía la cabeza. No le di importancia y salí de aquel lugar acompañado de un sirviente de mi salvador. Su comportamiento, su rostro... Todo había cambiado en él. Y no sólo en él, sino en todos los hombres con quienes nos cruzábamos por el camino.

Pasó un tiempo hasta llegar al lugar esperado. Y allí estaban todos, cambiados. Pero sobre todo el. No le di importancia. Estúpida de mí. La ceremonia se llevó a cabo como era previsto, hasta que llegué al altar. El Inmortal me miró con fuego con sus ojos. Estaba serio, muy serio. Le sonreí, no obtuve la misma reacción por parte de mi amor. Nadie hablaba. No entendía nada. Él se acercó hasta mis oídos y me susurró: "¿Por qué lo has hecho?" Fue entonces cuando todo se volvió negro. Aquel hermoso vestido que llevaba puesto se convirtió en sangre. Sangre por todos lados. Sufrimientos y angustia de nuevo. Todos los hombres del lugar se levantaron y se arrojaron contra mí. Patadas, puñetazos, gritos, insultos. No entendía nada. Me hallaba tirada en el suelo de blanco ensangrentado. Con varias partes de mi cuerpo rotos. De nuevo empecé a llorar sangre. No escuchaba nada, pero seguía consciente. En mi mente no dejaba de repetir las palabras de mi salvador, ahora mi asesino. Entre esas palabras me dijo que no quería hacerme esto, pero que yo le había traicionado. Me miró con tristeza antes de aprovecharse de mi deformado cuerpo. Y antes de que me quitaran a piel viva y me descuartizaran viva, uno por uno me dedicó a violarme... Un imperio entero se dedicó a torturarme durante horas. Sin piedad. Deseaba dejar de sentir... y así fue. Aquel día dejó una fuerte marca en mi cuerpo...

Cuando abrí los ojos sentí que había nacido de nuevo.
Cuando abrí los ojos, me percaté de que me hallaba en el Edén.