» Génesis ; PARTE I

     Abrí los ojos por primera vez. Sí, bien lo recuerdo. Una brillante luz me cegó durante unos segundos. Luego, millones de miradas se posaron en mí curiosas y deseosas de conocer la razón de mi existencia. Nací en un campo cubierto de rojos lirios, bajo el cielo estrellado de invierno. Me preguntaba cuál sería la razón de mi inexplicable nacimiento, que por aquel entonces desconocía. Me levanté de aquel mar de flores y anduve. Y mientras caminaba iba adquiriendo conocimiento del lugar, la naturaleza. Esa gran incomprendida que ocultaba mil y un secretos. Tras días y días caminando observé como el paisaje se iba deteriorando cada vez más, de tal manera que mi corazón empezó a arder de dolor. Fue entonces cuando supe que toda mi esencia estaba vinculada a esa naturaleza, cómo yo estaba conectada a ella y era la propia Madre Natura quien me había dado luz. 

     Después de largo tiempo llegué a una especie de aldea, un reino más bien. Lo que pasó en ese periodo de tiempo antes de llegar a aquel lugar desde mi nacimiento es bastante borroso y confuso. Sin embargo, recuerdo mejor qué fue lo que ocurrió después cuando llegué ahí. Almas semejantes a la mía habitaban en el lugar, pero existían muchas diferencias entre nosotros: cuerpos robustos y morenos, fuertes y con sed de avaricia, orgullo reflejados en sus miradas. Me observaban con ansia y lascivia. Ingenua y asustada corrí de ellos hasta acabar en un callejón sin salida, rodeada de siete grandes sombras que no dejaban de dar grandes pasos hacia mí. Y cuando les tenía a todos ellos a escasos metros de mí, una sombra misteriosa apareció de la nada. El individúo se interpuso entre yo y mis perseguidores. 

    Alto, de ojos verdes envidia y con el cabello más oscuro que el carbón, se abalanzó sobre ellos. A uno de mis cazadores le cogió del cuello y lo alzó hacía el cielo estrellado. ¡Su fuerza era extrema! Me dirigió la mirada durante un instante y con sus penetrantes ojos me analizó por completo. Me sentí violada por esos ojos. A continuación se volvió a su presa y con unas suaves palabras lo lanzó sobre los demás sujetos, haciendo que estos reaccionaran con rapidez y se arrodillasen temerosos ante mi salvador. 

     Recuerdo que me habló, pero no consigo recordar su nombre o lo que me dijo, pues justo ahora podía pensar que todo aquello fue una farsa. Él me arropó, me cuidó y protegió de esos rufianes. Y depositando yo toda la confianza posible en ese semejante, me condujo a un gran castillo en medio de ese reino de bestias lascivas y cuasi salvajes.  A primera vista, aquel castillo erizaba la piel de cualquier forastero. El miedo se adueñó de mi ser, pero él me protegía con sus cálidas manos sobre mi cuerpo.

     Lo que caracterizaba a ese tenebroso lugar eran las grandes columnas gruesas y los gigantescos arcos en punta. Todo aquello me fascinaba a la vez que me aterrorizaba. Mi salvador me concedió la más hermosa y grande alcoba de ese misterioso lugar. Me sentía como un verdadero rey.

     Autenticas delicias consumí aquella noche y todo tipo de historias grandiosas y terribles escuché sobre aquel mundo gobernado por hombres. Entendí entonces muchas cosas que no conseguía entender por aquel entonces. El por qué del paisaje tan deteriorado o el por qué del comportamiento tan lascivo, cruel, frío y prepotente de sus habitantes. Simplemente eran secretos que podría revelarte en este momento. Pero no, esa sería contar otra historia y ahora mismo el Génesis se profundiza en mí misma. Así que escucha con atención, porque esto acaba de empezar.

    Fue esa noche la que realmente me hizo pensar sobre el por qué de mi existencia, relacionándolo con todas aquellas historias. Yo era la única diferente a ellos. Por completo...



Al fin había comprendido mi misión 
en aquel mundo de hombres salvajes.




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