» Suplicas ardientes.


“… porque sé que te tengo de esclavo y nada más.”

No he podido evitarlo. Hoy he despertado, he abierto los ojos y he sentido la llama ardiente dentro de mi pecho. He despertado en una mañana calurosa y he sentido cómo ardía mi cuerpo. Ese calor que quema cuando lo tocas, ese calor que cuando lo sientes te estremeces. Un calor que no sentía en mucho tiempo. Y justo cuando me voy cuenta, el vello se me eriza. Sí, calor por doquier, pero me falta algo y no sé muy bien qué es. ¿Qué es? ¿Tú lo sabes? Porque yo no… Entre pequeños gemidos y bostezos me levanto. Mi excitado cuerpo reclama a un dominante. Como un gato en celo, salgo al exterior y dejo ver al mundo la belleza que me concedieron los dioses. Mi largo y ensangrentado cabello cubre sus excitados pechos. Mis delicadas manos acarician mi rostro en desesperación. Este calor es agradable, pero a la vez horrible. Me tortura. Me falta algo. ¿El qué?

Necesito salir de aquí, corriendo. Necesito saciar mi excitación y satisfacer mi lujuria. Necesito encontrar al dominador, necesito buscarte a ti, reclamarte. Nombrarte en voz alta y traerte a mi lecho. Mis ojos verdes y llenos de sed buscan por el bosque a aquel que será digno de mi cuerpo, digno de mis orgasmos. No, ¿qué estoy diciendo? Tú no eres digno, simplemente eres un objeto, un pañuelo de usar y tirar. O tal vez no, no de usar y tirar, no. Más bien un juguete. Sí, esa es la palabra que estaba buscando. Pero, eh, vamos, no te lo tomes a mal. ¿Qué esperabas de la única mujer puesta sobre la tierra? ¿Compasión, piedad? Los hombres me han enseñado que esas palabras carecen de significado, de verdadero valor, así que… Siéntete privilegiado de ser mi esclavo.

Así que no temas y sal de tu escondite. Porque yo sé que eso es lo quieres y es eso mismo lo que anhelas. Por favor, oh, por favor, esclavo de mis pensamientos e intruso de mi reino, sal y dame placer. Mi ardiente y lascivo cuerpo pide de tu carne. Pide que lo devores con ansia y que hagas mil locuras a mi desnudo y excitado cuerpo de pecado. Observa cómo correteo por el bosque, cómo me lanzo sensualmente al agua helada del lago y devórame con la mirada mientras acaricio mi cuerpo. Sé que lo deseas, y es más, exijo que lo desees. Ven a mí, intruso de los demonios y tómame. Por favor, cumple mis órdenes. Pórtate bien y te daré lo que pides. Concede mis deseos y sacia mi sed. Deja que la lujuria de domine y acepta mi pecaminoso cuerpo. Te espero con las piernas abiertas a que te adentres, nuevamente, a explorar el camino al cielo, al Edén. Y aunque no quisiera, es mi cuerpo y no mi alma quien me está dominando. No desaproveches esta ocasión... jamás sabes cuándo lo volverás a tener.

Aquí me hallo esperándote.
Tómame.
Es una orden, esclavo.

2 comentarios:

  1. Anónimo15:25

    Bonita oposicion de los terminos de el que domina , y que esta siendo usado como exclavo .Porque , ¿como se domina a alguien cuando tu realmente eres el que esta siendo dominado(me refiero a la esclavitud del susodicho) ?Tambien me gusta tu forma de escribir , haciendo que el lector se meta dentro de la narración. Muy buena entrada , si tengo tiempo leere el resto .
    Saludos desde mi oscuridad , Padora

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    1. Muchísimas gracias por tus buenas palabras. Para mí es todo un honor que dejes tu huella en forma de confesiones en el jardín del Edén. Espero que continúes disfrutando de la lectura y que poco a poco vayas formando parte de la comunidad. Las puertas de este paraíso estarán siempre abiertas para ti. Un fuerte abrazo.

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