No pude evitar estremecerme. Realmente no quería hacer esto, pero el deseo irrefrenable que sentía en el momento era muy superior a mí. Debía de rendirme una vez más y dejarme llevar por las emociones. O eso era a lo que estaba acostumbrada hacer. Habíamos llegado a un punto en el que era <<normal>> cogernos de la mano y acariciarnos cuando el instinto así lo pedía. Se había convertido en algo <<normal>> agarrar a la otra persona inesperadamente por el cuello y buscar su lengua como si no hubiera mañana. Se había convertido en algo <<normal>> morder los cuerpos ajenos con tanta intensidad hasta sangrar y escuchar los gritos de placer de la otra persona.
Pero, ¿cómo habíamos llegado a todo esto? No logro recordar. Tan sólo sé que, sin quererlo ni esperarlo, me hallaba nuevamente entre sus cálidos brazos. Me hallaba, yo, desnuda y sonrosada frente a esa persona que tanto había detestado durante largo tiempo. Me encontraba jadeante y excitada. Él... él no dejaba de mirarme. En esta ocasión me miraba con ternura, con una ternura que jamás le había reflejar en su rostro. Ni si quiera sabía si lo que estábamos haciendo estaba bien o mal o si esto era lo que realmente quería hacer con él. Mi cuerpo hablaba por sí sólo, sin embargo, esta no era la primera vez que caía en una de sus trampas.
Gemidos, caricias, pequeños susurros entre las sábanas frente a esa hoguera infernal. Era posible que ahí afuera se estuviera a unos cuantos grados bajo cero, pero aquí dentro, en esta estancia, se encontraba un verdadero Apocalipsis de llamas ardientes. No teníamos noción del tiempo. Ni si quiera sé tampoco si quería saberlo. Intentaba despejar mi mente de toda duda, pero me era casi imposible. En mi interior, una parte de mí me decía que no debía de seguir con esto. Que lo que era correcto hacer en estas circunstancias era arañar con fuerza al intruso y morderle con saña hasta herirle y salir huyendo. Aquella otra parte de mí, la rebelde, quién sabe, era la que hacía que mis pensamientos se contuvieran y dejarán al cuerpo ser libre. Siempre el mismo dilema. Siempre el mismo juego. Nunca tenía un fin.
¿Acaso iba esto a tener un final? O mejor dicho, ¿acaso iba esto a tener algún tipo de final distinto al destinado? Posiblemente, si volviera a escuchar todas mis palabras en mi cabeza nada tendría sentido. Nada de esto tendría sentido. Nuevamente, me hallo delirando sin rumbo entre las sábanas con este intruso, dueño de marionetas.
Así pues, entre tantas preguntas, entre tantos delirios sin sentido y tras largo y tendido rato saboreando de la boca del enemigo abro los ojos para encontrarme otra realidad. Tal vez una realidad que tampoco fuera cierta, pero sí apasionada. Una realidad, que aunque no lo fuera, aunque de un sueño se tratara, podría ser lo que de verdad quiere mi corazón... si siguiera latiendo.
Gemidos. Dulces y cálidos gemidos cerca de mi oído. Caricias. Largas y suaves caricias por mi vientre. Y, así, el juego nunca termina. Y, así, ambos nos convertimos en complices de un crimen. De un pecado. De un pecado deliciosamente mortal. Y es que ahora, sin llegar a pensar mucho en cómo había llegado hasta este punto, me encontraba delante de su sexo. De ese sexo excitado y rígido como la piedra. En aquel momento no pude evitar echar una furtiva mirada a los ojos de aquel hombre, los cuales le excitaron aún más, y hacían que una pequeña voz dentro de mi cabeza sonara tan bajo que casi pareciera inexistente.
¿Qué era lo que me decía el instinto en ese momento? ¿Qué es lo que a mí me apetecía hacer? ¿Estaba siendo yo o era él quien me controlaba desde su lascivia? Daba igual. En aquel momento ya todo daba igual. Había que dejarse llevar, y eso fue lo que hice. Agarré con fuerza de su miembro y comencé a acariciarlo con delicadeza, como si fuera a romperse. Tras unos minutos, engullí aquella carne impregnada de mi propia saliva y comencé a jugar con mi lengua sobre su glande. Era... ¿cómo describir aquello? ¿Satisfactorio? No lo sé. Pero de lo que sí sabía algo era de que a él le había gustado. El intruso se encontraba estremecido. Gemia y con sus manos me pedía que siguiera y le hiciera ver el Edén, el verdadero Edén.
Había una cosa que no podía negarme, aunque quisiera, y era que me encantaba profundamente lo que estaba haciendo. Podía sentir una parte de él en mí y era yo quien le estaba provocando tal placer hasta tal punto en el que sabía que le tenía a mi merced y podía hacer con él lo que quisiera. Ahora era yo quien se había convertido en el dueño de la marioneta. Era yo quien llevaba las riendas del caballo. Succioné, succioné, succioné varias veces con intensidad sin dejar de mantener la mirada fija en sus penetrantes ojos. Me excitaba ver lo que era capaz de hacer con tan poco. Me excitaba contemplar sus expresiones de placer y sentir el poder en mi mano... O en mi boca, ahora mismo.
Reí. Reí fuerte y alto para que me escuchara cuando toda mi boca se hubiera llenado de él. Sentía que había ganado una victoria, la cual aún no quería que se terminara. Me había dado cuenta de que, al menos por una vez, no tenía nada de malo en dejar las diferencias a un lado. Al fin y al cabo éramos animales y como tal teníamos nuestras necesidades. Simplemente había ocasiones en las que no podíamos combatir con nuestras emociones.
Teníamos que calmar la sed de nuestro cuerpo. Teníamos que agarrarnos fuertemente de las caderas y bailar al unísono. Y eso fue justamente lo que hice yo. No podía esperar una respuesta de él. No podía quedarme mirando cómo el intruso cerraba los ojos y apartara su mirada de la mía. No. No aún no había terminado y la llama no se había apagado. Ardía en deseos de cogerle con fuerza del cabello y hacerle mirarme directamente a los ojos hasta que me susurrara que me desea.
Era excitante. Todo aquello me excitaba demasiado. Tenía la excusa perfecta para hacer que este pecado no acabara. Yo era dueña y señora de este Edén, de este paraíso muerto. Y se lo acababa de demostrar. Le iba a dejar quedarse en él con la condición de que él hiciera algo por mí. Él también debía de satisfacer mis deseos. De esta manera, el muchacho sonrió pícaramente y me comenzó a lamer el cuello, con suavidad, con delicadeza. Era uno de mis puntos débiles. Y él lo sabía, sí. Continuó rumbo a mi ombligo, con el que jugueteó varios minutos justo antes de deleitarse con mi fruto prohibido. Le dejé, le dejé hacer lo que quisiera con él durante un tiempo. Ni muy largo... ni muy corto. El justo. Esto era porque quería otra cosa de él. O mejor dicho, quería algo de él dentro de mí. No pude evitar ser clara y concisa con mis deseos. Le hice un gesto con la mano. Obedeció. Nuestros cuerpos en éxtasis se rozaban, bailaban, jugaban. Nuestros cuerpos se convirtieron en uno sólo, una vez más. Grité, le arañé, le supliqué más. Y él me concedió todos mis deseos. Me estaba regalando más de lo que yo le había dado.
Fue ahí donde me di cuenta de mi egoísmo. Fue ahí donde me di cuenta de todas las cosas que él hacía por mí a pesar de lo mal que yo le trataba. No podía evitar pensar en todas esas cosas que ahora inundaban mi mente entre embestida y embestida. ¿Tanto valor tenían los sacrificios? ¿Realmente él era capaz de hacer todo eso por... <<amor>>? ¿Sabía jugar realmente a este juego o no era capaz de leer entre líneas las reglas? Aquel intruso siempre me mostraba sus cartas, pero yo jamás las mías. Fue entonces cuando me di cuenta de que algo no iba bien. Fue entonces cuando otros deseos despertaron en medianoche. Fue entonces cuando me dije que aquí las cosas debían de cambiar...
Vaya... cuando entré en la página, no sé porque, no me imaginaba encontrarme con un relato con tintes eróticos, pero mira mi sorpresa al verlo XD
ResponderEliminarDestacaré lo bien que escribes pues has logrado introducirme en la escena. ¡FELICIDADES! (seguiré leyendo más días, que veo que tengo para tiempo)
Muchas gracias por haber aceptado mi invitación, Antonio. Me alegra mucho saber que te ha gustado mi modo de transmitir los sentimientos. En este Edén podrá encontrar todo tipo de delirios, así que espero que siga explorando y disfrutando de cada uno de ellos. Un beso muy grande y nos seguiremos leyendo.
EliminarInteresante
ResponderEliminarQue nostálgico y triste...fue hermoso
Gracias por compartir con todos nosotros tus pensamientos. Me alegra saber que te ha gustado. Pronto más delirios de esta índole estarán disponibles al público. Un fuerte abrazo y hasta la próxima.
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