" ... cuando no sabes distinguir la realidad de tus sueños..."
La luz del sol daña mis ojos.
Mi piel arde cuando la brisa temprana de la mañana roza mi piel.
No puedo evitar ocultarme en la sombra.
Silencio por doquier, pero no estoy sola.
Unas suaves voces retumban en mi cabeza cada segundo eterno que pasa
y me susurran toda clase de lúgubres pensamientos.
Empieza a llover. Es sangre. Lluvia del color de mis lágrimas.
Permanezco escondida en una cueva oscura y húmeda.
Me da miedo salir al exterior.
No quiero que mis blancos ropajes se manchen de sangre.
Ya sentí cómo era eso hace tiempo.
Desde la entrada del lugar observo el exterior.
Todo se vuelve de color rubí, y de entre ese color que me describe el largo cabella,
aparece él.
No deja de seguirme a todos lados.
Es muy cansado y molesto.
¿Por qué no dejas de intentar poseer mi mente?
Sigue ahí afuera, esperando a que yo salga de mi escondite.
Su existencia se tiñe de color carmesí.
Y no sería la primera vez.
Me mira con esos ojos penetrantes y con el rostro indiferente.
Deja de estudiarme.
La lluvia se detiene y me atrevo a salir de la guarida.
¿Qué quieres ahora?
Aquí estoy.
No se acerca. No sé qué piensa.
Sus labios parecen emitir sonido.
Se disculpa. Se arrodilla.
No quiero que seas mi caballero andante.
Te odio.
Se levanta. Obedece mis órdenes.
Osa besarme con una pasión animal.
Esto no es lo que quiero.
Me despierto de otro de mis delirios.
La lluvia roja sigue cayendo.
Alzo la mirada hacia el exterior y él sigue permaneciendo en el mismo lugar.
Esta vez me dedica una sonrisa pícara y me guiña un ojo.
Uno de sus dedos se desliza por sus labios y se los relame, al igual que su dedo.
No tengo el sabor de la fresa porque tú no me has probado.
¿O sí?
Nunca dejará de perseguirme.
Parece que no se atreve a venir hasta mí y dejarme las cosas claras.
Cobarde.
Me persigue en mi realidad y actúa en sueños.
Nueva estrategia.
¿Quieres acompañarme por mi Edén?
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¿Confesarás tu pecado, intruso?