» En busca del ángel guardián.



Y es que era bastante extraño. Aquella presencia había desaparecido, o al menos eso pensé yo. La realidad era bastante distinta, ya que encontré unas huellas que me podían conducir hacia las respuestas... Está más que comprobado que odio los lugares cálidos. Tener que caminar por aquella arena me sacaba de quicio. No lograba acostumbrarme al tacto de la arena en mis pies. Molestaba. Tener que ver el mismo paisaje con los mismos colores de tonalidades marrones y amarillas me irritaba... y aún así mis pies no podían dejar de seguir hacia adelante. Cada paso que daba sentía que mi cuerpo se iba debilitando. 

Este no era mi lugar. Era una marioneta del destino.

Y estoy más que convencida de que no sabría volver a mi santuario. Tampoco era capaz de sentir preocupación por eso. ¿Y si este lugar fuera un tipo de castigo?. No. Este sitio tiene que ser producto de mi imaginación. Amargo, así lo describiría en una sola palabra. Este desierto es amargo, lo cual es producto de un sentimiento, un pensamiento amargo. No podría estar más segura.

¿Y qué es eso que veo en el horizonte?. Una misteriosa y oscura figura se puede resaltar. Como si me estuviera esperando. Esa era la sensación que tenía. Y entre tantas dunas y ardientes temperaturas, vi como se acercaba a mí. Los nervios brotaron de mí cuando me di cuenta de que esa figura me era familiar. Sí, cada vez más. Y es que por cada paso que daba, más clara era la figura. Había entrado en su terreno y ya no había manera de escapar. Esos ojos penetrantes y ese cabello más oscuro que el carbón. Yo le había entregado un nombre. Sí, era él. 

Tomó mi mano y pronunció palabra. Mi nombre. 

Quería respuestas, pero... no sé por qué, ya no recordaba lo que andaba buscando. ¿El motivo?. Él me lo explicó: cuando más me adentrara en aquel desierto más recuerdos perdería, pero sólo los que más me interesaban guardar en mi memoria. No entendí muy bien su explicación. Estaba atónita. Lo que más ansiaba era encontrar respuestas a mis preguntas. Y era justamente eso lo que perdí, el ansía de la verdad. Como no, antaño aprendí una cualidad que los hombres padecían. El orgullo. Mi orgullo se sintió ofendido y le vacilé diciéndole que yo sólo quería saber qué hacía aquí y cuál era su nombre... ¿Me lo dijo? Sí, creo que sí. Recuerdo que sus labios se movieron de una manera lenta y clara, pero... ¿Por qué no recuerdo su nombre?

De repente... Todo se volvió negro.

Intruso. Ese maldito intruso me la había jugado, y bien que lo había hecho. En sueños de tiempos pasados escuchaba sus palabras. Él se proclamó el ángel guardián de aquel lugar. El sentimiento se volvía a repetir. Me sentía como si intentasen marearme de tal manera que mi mente enloqueciera y debilitara... Como antaño. Yo solo quería respuestas y él me ha proporcionado un pequeño juego para perderme y reírse de mí. Y sigo sin poder entrar en tu mente. Ahora me encuentro en el mismo punto y voy a volver a encontrarte para que me des lo que busco... y no sólo eso.

Me encuentro en aquel límite. Esperando una señal. Cierro los ojos y vuelvo a sentir aquella presencia desconocida. De repente abro los ojos y me encuentro sumergida en agua. Tanta incoherencia me hacía dudar. ¿Qué es esto?

"Ahora me toca divertirme. Lo siento, Pandora, pero antes de buscar a ese ángel guardián tendrás que dejarme jugar un poco contigo..."

2 comentarios:

  1. Anónimo01:04

    Pandora hay días que no entiendo nada. Y hoy es uno de ellos. Pero tu texto como siempre esta cargado de belleza y profundidad.

    El Fantasma

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    1. Muchísimas gracias por tu comentarios. Hay veces que es oportuno perderse en las palabras y no encontrarle sentido a nada, porque quién sabe cuándo todo lo insignificante llegará a conectarse entre sí y recobrar un sentido. Puede que hoy tengas la vista nublada, pero puede que mañana logres desposarte de la venda y descubrir nuevas verdades. Un fuerte abrazo amigo.

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