La memoria muchas veces nos falla. La memoria muchas veces nos hiere. En ocasiones, es mejor olvidar. En ocasiones, en mejor enterrar lo que sentimos y esconderlo para siempre, pues nunca se sabe quién puede hacer un mal uso de nuestros sentimientos. Es algo que no podemos evitar hacer. Es algo que yo no puedo evitar hacer. Un gran muro sólido se levanta delante de mí, la coraza que me protegerá de todo mal exterior. Nunca más se volverá a jugar con mis recuerdos. Mi memoria nunca más será dañada.
Así pues, encerrado en lo más profundo de mí se encuentran todas esas emociones que temí revelar en vida. Dentro de mí se esconden todos los secretos bajo llave. Todos los recuerdo de una fatal vida pasada se hallan en el interior de la coraza. Mi cuerpo no es más que el cascarón de un acontecimiento grande que sucederá pronto...
Ya no habrá amaneceres para aquellos que intenten herirme. Ya no habrá ocasión posible para todos aquellos que intenten ahogarme en mi propia sangre. Mi memoria permanecerá intacta a partir de ahora. Por mucho que yo quiero dejar de recordar, nunca me despojaré de los recuerdos más íntimos, de aquellos que me hicieron creer por un segundo que el mundo podía cambiar a mejor. La coraza se hace más sólida a cada intento por destruirla. Las emociones... los recuerdos... los sentimientos... quedarán sellados dentro de la caja de Pandora. Para siempre. Porque me niego rotundamente a mostrar mi debilidad, mi culpa, mi delito. Ya no habrá lugar para el perdón, aunque tenga que ahogarme en mi propia melancolía.
Es complicado. Es extraño. Hay ocasiones en las que pienso que voy a lograrlo, que voy a salir de esta, pero en un abrir y cerrar de ojos todo cambia. Mientras que unos quieren buscarte, tú ignoras y cuando tú quieres acercarte, el resto se esconde. ¿Por qué es tan difícil ser correspondido? Está ahí otro motivo por el que hay que reforzar esa coraza. No puedo dejar ver ni un sólo centímetro de mi verdadero ser, de mis emociones, de mis recuerdos. Porque no sirve de nada, porque siempre habrá alguien dispuesto a herirte de una forma u otra, inconscientemente o no, directa o indirectamente. Esa es la ley principal que rige este universo en el que existimos. Porque sí, así es, si hay una posibilidad de que algo salga mal, pues... Ya sabes, sucederá.
A pesar de todo, debo de confesar que no puedo evitar sentir cierta inseguridad aquí dentro, en el interior de la coraza. Me agobio, me ahogo. Quiero protegerme de todo aquello que me hace daño, pero no puedo evitar rebuscar y rebuscar con ansias en mis propios recuerdos. Busco qué salió mal, el por qué... Busco con ilusiones contradictorias respuestas que he olvidado. ¿El por qué? No lo sé, pero es algo automático. ¿Por qué no dejo de recrearme en mis lamentos? ¿Por qué mis recuerdos están marchitos y ensangrentados?
Ojalá no sintiera miedo. Ojalá pudiera ser más fuerte y llevar este dolor con orgullo. Si tan sólo hubiera sido más precavida desde el principio, tal vez no hubiera llegado a esta situación de constante incertidumbre. Me ahogo tantísimo... El corazón se me encoge y la respiración se me entrecorta. Las pulsaciones se agitan y el pensamiento comienza a hacer de las suyas. ¿De verdad es posible que ya no haya salvación para mí? ¿Llegará a ser mi coraza lo suficientemente fuerte para soportar lo que está por venir? ¿Conseguiré salvar mis recuerdos?
Es complicado. Es extraño. Hay ocasiones en las que pienso que voy a lograrlo, que voy a salir de esta, pero en un abrir y cerrar de ojos todo cambia. Mientras que unos quieren buscarte, tú ignoras y cuando tú quieres acercarte, el resto se esconde. ¿Por qué es tan difícil ser correspondido? Está ahí otro motivo por el que hay que reforzar esa coraza. No puedo dejar ver ni un sólo centímetro de mi verdadero ser, de mis emociones, de mis recuerdos. Porque no sirve de nada, porque siempre habrá alguien dispuesto a herirte de una forma u otra, inconscientemente o no, directa o indirectamente. Esa es la ley principal que rige este universo en el que existimos. Porque sí, así es, si hay una posibilidad de que algo salga mal, pues... Ya sabes, sucederá.
A pesar de todo, debo de confesar que no puedo evitar sentir cierta inseguridad aquí dentro, en el interior de la coraza. Me agobio, me ahogo. Quiero protegerme de todo aquello que me hace daño, pero no puedo evitar rebuscar y rebuscar con ansias en mis propios recuerdos. Busco qué salió mal, el por qué... Busco con ilusiones contradictorias respuestas que he olvidado. ¿El por qué? No lo sé, pero es algo automático. ¿Por qué no dejo de recrearme en mis lamentos? ¿Por qué mis recuerdos están marchitos y ensangrentados?
Ojalá no sintiera miedo. Ojalá pudiera ser más fuerte y llevar este dolor con orgullo. Si tan sólo hubiera sido más precavida desde el principio, tal vez no hubiera llegado a esta situación de constante incertidumbre. Me ahogo tantísimo... El corazón se me encoge y la respiración se me entrecorta. Las pulsaciones se agitan y el pensamiento comienza a hacer de las suyas. ¿De verdad es posible que ya no haya salvación para mí? ¿Llegará a ser mi coraza lo suficientemente fuerte para soportar lo que está por venir? ¿Conseguiré salvar mis recuerdos?
Aún así... aún hay una pequeña esperanza. Aún existe un pequeño amanecer para la bestia. Aunque mis heridas se hayan cicatrizado, el dolor permanece. El recuerdo de un génesis sigue vigente en mi dañada cabeza. Y mi sed de sangre y venganza... Todo eso me ayuda a seguir consolidando la coraza. Todo eso me ayuda a continuar manteniendo la esperanza. Aunque la memoria me falle, conseguiré ver la luz del sol en un último amanecer. Ese amanecer será el comienzo de todo, el comienzo de un nuevo ciclo.
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¿Confesarás tu pecado, intruso?