» El pecado material.


Una simple fantasía que se hace realidad


¿Lo sientes? ¿Sí? ¿No? ¿Eres capaz de escuchar mis ahogados gemidos? ¿Sí? ¿No? Cualquiera de tus respuesta no me es válida. Más bien es que no me interesa. ¿Piensa, entonces, que estoy siendo cruel contigo? ¿Piensas, entonces, que me paso de la raya cuando clavo mis uñas en tu espalda y te araño con fuerza hasta hacerte sangrar? Dímelo. Eso sí es una orden. Eso sí me interesa saberlo. Yo quiero saber qué es lo que sientes exactamente cuando hago... digamos, ciertas cosas sobre tu cuerpo.

¿Y si te atara bien a aquella silla medio descompuesto? ¿Y si te atara fuerte a aquella silla y te enseñara el cuerpo, sí, este cuerpo que con tanta ansia deseas poseer y no puedes. ¿Y si te enseñara cada parte de mi cuerpo de forma sutil y sensual, y se te hiciera la boca agua? Dime, dime. Yo quiero saber. Yo quiero conocer la verdad que escondes en tus pensamientos.

¿Y si después de bailar para ti me ubicara entre tus piernas, las abriera lentamente y jugara con tu miembro? Dime, dime. Yo quiero saber. Yo quiero conocer la verdad que escondes en tus pensamientos. ¿Te gustaría que lo hiciera? ¿Sí? ¿No? ¿Tal vez? Esto es simplemente un juego, un juego divertido. Porque ahora soy yo la que te está utilizando. Soy yo la que tiene ahora el poder sobre tu cuerpo. Así que ruégame. Siente cómo ese poder oculto en mi interior sale al exterior y empieza a recorrer cada centímetro de mi piel. Suspira. Jadea. Dime, dime. ¿Qué es lo que piensas? ¿Qué es lo que realmente sientes? No ocultes tus emociones. Muéstrame el verdadero tú. Sométete a mis encantos fatales.

Eres débil, estás ahí atado, desnudo. Sin poder hacer absolutamente nada. Yo, en cambio, me hallo de pie atractivamente para tus ojos. Quieres que te quite la correa de perro. Quieres poseerme. Quieres tener algo que no es tuyo. Sin embargo, ahora es el momento de jugar, de cambiar las cosas. Ahora soy yo la que te está tratando como una marioneta. Ahora soy yo la que está saboreando tu fuerte y firme miembro excitado.

¿Te gusta? ¿Quieres más? ¿Sí? ¿No? ¿Tal vez? Dime, dime. Yo quiero saber. Dime, dime. Yo quiero conocer la verdad que escondes en tus pensamientos. Vamos, querido, compártelo conmigo. Vamos, querido, deja que entre muy dentro de mí. Ahora soy yo la que está encima de ti. Ahora soy yo la que se mueve para ti. Arriba. Abajo. Arriba. Abajo. Si quieres que gima gemiré en exclusiva para ti. Ah, no, que resulta que ahora soy yo la que manda. Entonces eso significa que gemiré si me apetece. Pues entonces quiero que seas tú quien lo consiga hacer. Porque quiero que me demuestres qué eres capaz de hacer estando atado e inmovilizado, teniéndome aquí. ¿Se te hace la boca agua? Y dime, ¿qué es lo que se siente ahí abajo?

Arriba. Abajo. Arriba. Abajo. Mi mano se mueve sin cesar en un vaivén del que nunca podría cansarme. Tus ojos se ponen en blanco. Estás a punto de sucumbir al placer. Intentas aguantar, pero eso es sólo un capricho. Yo no quiero que te contengas. Quiero saber qué es lo que pasará al final. Quiero saber qué eres capaz de hacer, o mejor dicho, hasta dónde eres capaz de llegar. ¿Lo sientes? ¿Sí? ¿No? ¿Eres capaz de sentir mis senos humedecidos con tu jugoso miembro excitado? ¿Sí? ¿No? Solamente yo puedo ganar a este juego. Así pues, se trata de una fantasía. Una fantasía que quieres que se haga realidad. Se trata de una fantasía, una pequeña descripción de fantasía de lo que puede ser bajo mi mandato, bajo mis reglas. ¿Te gusta? ¿Eres capaz de imaginarlo? ¿Sí? ¿No? ¿Tal vez? Dímelo. Yo necesito saberlo. Necesito saber qué es lo que escondes en esa cabecita depravada y lujuriosa. Venga, confiésamelo... A la de una, a la de dos... y a la de... Al fin.

Todo manchado de blanco. ¿Quieres que volvamos a jugar?

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