Han pasado ya varios días desde que el viento me susurró, pero no hay rastro alguno del hombre que me describió. He buscado por cada rincón de este hermoso paraíso, pero no deja huella alguna. ¿Realmente existe ese intruso? Me resulta imposible creer que el viento, algo no humano, me haya podido engañar, ya que son sólo los hombres los que engañan con sus palabras y actos. Y siempre he sido yo la que ha caído en esas trampas… Pero esta vez no será así.
Los días siguen pasando y temo consumirme. Y lo siento de verdad. Aquí las horas son agradables y placenteras, pero esa misteriosa existencia me abruma y perturba. ¿Y si realmente existe?. ¿Y si me encuentra?. No, no quiero. Ni si quiera quiero que exista y que llegara el día en que tuviera que mirarlo a los ojos mediante reflejos sobre el agua. No me encuentres. No me mires. No me toques. Sal de aquí, intruso misterioso. No entres en mi alocado paraíso.
Una vez mas el sol roza mi piel y acaricia mis redondos senos humedecidos. Una vez más el líquido transparente baila con mi cuerpo desnudo. Soy aquella que reina este paraíso. Soy aquella que goza de la naturaleza. Soy aquella que los hombres consideran un hermoso pecado. Soy la belleza que castiga a los hombres desgraciados. Soy lo prohibido.
Y en un instante lo sentí a él. Una mirada curiosa que observaba el pecado con ojos pícaros y penetrantes. ¿Cómo osaba admirar mi perfecta belleza? Fue en aquel y único instante cuando lo sentí. Y después, nada. Una vez más me sentía violada con sus miradas, las cuales me lanzaba a escondidas. Me estremecí al sentir su presencia, sus ojos mirándome, y mi blanca piel se escondió bajo las aguas.
No me mires. No es un ruego, sino una orden. Deja de esconderte, da la cara. ¿O es que me tienes miedo? ¿Acaso tienes miedo de que haga contigo lo que le hice a los demás? ¿Qué pasa? ¿Te gusta lo que ves? ¿Te excita? Lujurioso y lascivo tienes que ser porque naciste hombre. Lo sé, si es que son todos así por mucho que lo nieguen con sus graves voces y me acusaran a mí por ello entre mentira y mentira. Pero algo diferente noto en esas misteriosas miradas que me observan. Sólo osa observarme, nada más. No piensa. No reacciona. Es un hombre diferente a los que yo conocí. Parece inmune a mi perfección, pero me sigue observando. Lo sé y lo siento. Siento como sus miradas me queman la piel. ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué no logro entrar en tu mente?
Lo odio. Intruso que viola mi nuevo y perfecto hábitat. Intruso que hace que mi cuerpo tiemble y arda. Intruso cuyas miradas abrumadoras me perturben el ritual del agua. ¿Qué buscas aquí? ¿Por qué en mi paraíso? Deja mi desnudo y pálido cuerpo en paz. No te quiero aquí.
Vuelvo a emerger del agua. Los labios me tiemblan, pero no permito que corrompa mi perfección. Mantengo las distancias y la compostura. Es más, te ignoro. Sé que estás ahí, pero tú no puedes saber lo que sé yo, lo que yo siento. Tú no sabes nada de mí, intruso. Largo de aquí. No me estudies con tus pícaros ojos. Mi rostro indiferente actúa una vez más a ser esa pequeña muchacha ingenua. Escondo mis bustos con el largo de mi rojo cabello. Me doy la espalda y nado sensualmente hacia la cascada. Me oculto en él…
¿Y ahora qué, intruso?
Puede que el intruso te busque dentro de dicha cascada, no lo habías pensado?
ResponderEliminarProtégete.
Es posible, quién sabe.
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